El arranque de esta última edición del Máster en Bioconstrucción IEB está siendo intenso. Con un número de matrículas superior al de anteriores ediciones, los debates acerca de los puntos más interesantes de cada módulo ganan en matices y alcance.

A las propias aportaciones del alumnado se suman las intervenciones de la tutora y del resto del equipo docente, compuesto por profesionales de reconocido prestigio en el mundo de la arquitectura y la salud.

Particularmente enriquecedor resultó el tema planteado por Anna, una alumna que llegó al Máster procedente del Curso de Iniciación.

Su cuestión, básicamente, era la siguiente: ¿Cómo transmitir y con qué término identificar lo que entendemos por bioconstrucción?

Denominación

Las palabras vienen a menudo acompañadas de una carga simbólica que puede llegar a dificultar el propósito inicial de facilitar la comunicación con el resto de los agentes que intervienen en algún momento del proceso constructivo.

El término bioconstrucción no es ajeno a esta realidad y, aunque como disciplina científica con entidad propia su historia tenga poco más de cuatro décadas, es fácil encontrar marcadas diferencias en las connotaciones que despierta en según qué perfil personal y profesional.

Conscientes de ello, le hemos pedido su parecer a especialistas que colaboran habitualmente en las sesiones semanales en directo de nuestro Máster.

Qué dicen los especialistas en Bioconstrucción

Sofía Iglesias,  arquitecta técnica, recordando sus primeros contactos con la bioconstrucción, pone el acento en sus criterios y principios por encima del término concreto. Para ella “lo importante es comunicar y conectar con la gente y ser auténtica ”.

Paloma Folache, restauradora de patrimonio, reflexiona sobre “el miedo a lo desconocido” cuando piensa en la reacción de una parte de su entorno profesional. Abierta a cierto grado de provocación, reconoce el valor de ser “capaz de abrir puertas nuevas a diversos sectores” sin que las etiquetas supongan rechazo.

Iñaki Alonso, arquitecto, es categórico al afirmar que  “la arquitectura, por principio, tiene que ser bioclimática, tiene que proteger el hábitat de quienes viven dentro, tiene que ser lo menos dañina, es nuestra tercera piel” y que debería prescindirse de etiquetas.

Elisabet Silvestre, bióloga, se identifica más con el término biohabitabilidad, surgido en el I Congreso Internacional de Salud y Hábitat, que remite directamente a la biología humana como referencia a la hora de diseñar y construir.

Silvia de Santos, arquitecta, después de asumir que, hasta que el concepto de arquitectura se resignifique y se haga responsable de su impacto ecológico y social, toca posicionarse ante la sociedad afirma, que “somos lo que hacemos”.

Petra Jebens, arquitecta y presidenta del IEB, entiende que la bioconstrucción integra la sostenibilidad ecológica, económica y social junto con la salud y el diseño.

El propio IEB ha elegido mantener el término alemán baubiologie (biología del hábitat en alemán) para no limitar desde una visión antrópica el ámbito de la influencia de acto de construir.

En cualquiera de los casos, el debate sigue abierto porque el lenguaje, de alguna forma también un organismo vivo, evoluciona, se adapta y adquiere la capacidad de hacer actuar.

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