La biología del hábitat se pone al servicio de la educación con ideas transformadoras para que el espacio acompañe a las nuevas metodologías educativas. En los últimos tiempos, las formas de enseñanza, los horarios lectivos y los proyectos se han ido adaptando a la sociedad, pero no así los edificios, ni los espacios interiores donde alumnado y profesorado pasan gran parte del día.

El arquitecto Aitor Axpe, especialista y asesor en biología del hábitat, pone como ejemplo cómo se prepara el hogar ante la espera de un nuevo miembro de la familia. Este “efecto nido” es algo natural para cuidar al bebe y para que se sienta a gusto en su habitación. “El espacio educativo es la segunda casa, debe ser la prolongación del hogar para que el alumnado este cómodo y predispuesto a la estimulación necesaria para aprender”, asegura desde su experiencia en Euskal Herria en rehabilitaciones de Ikastolas.

La arquitectura debe estar al servicio de la educación y como decía el pedagogo italiano Loris Malaguzzi, “el espacio es el tercer maestro, los padres el primero, y los segundos, los maestros y la comunidad”. Los materiales utilizados son nuestra tercera piel por lo que se apuesta por aquellos naturales y las pautas de la bioconstrucción.

 

Sala de experimentación, Agora húmeda

 

Todo es importante desde la estructura externa hasta los diferentes espacios destinados a diferentes materias, pasando por la estética, el olor, la textura, el color, las formas y sobre todo la acústica. “Es una necesidad porque el ruido lleva a la distracción. Una buena acústica favorece la comprensión y cuida de la salud vocal del profesorado”, prosigue Axpe. Además, de “una necesidad vital” tal y como cada vez se encarga de transmitir la neurociencia. “Un espacio bien configurado mejora el desarrollo del cerebro y está comprobado que los espacios más altos mejoran la creatividad”, afirma el arquitecto.

Los proyectos llevados a cabo hasta ahora en Navarra y la Comunidad Autónoma Vasca son el resultado de un trabajo colaborativo con toda la comunidad educativa. El primer paso es conocer el perfil del alumnado para concederles el protagonismo, ya que son ellos y ellas quienes van a utilizar el aula.

Aitor Axpe tiene claro que el espacio escolar debe ser agradable, saludable, funcional y que permite experimentar. “El espacio de un aula también educa” y de ahí su compromiso en diseñar espacios que impulsen el cambio. “La sociedad demanda que el alumnado sea el verdadero protagonista de su educación y el espacio tiene que estar a su servicio”.

 

Entrada de Aratz Ikastola en Hernani

 

Esta nueva visión de la arquitectura en la educación debe estar presente siempre en todas las etapas, pero todavía más si cabe en la primera infancia entre los cero y seis años cuando se despiertan los instintos más importantes y “si se desarrollan bien, esto lo tendrán para toda la vida”.

La elaboración consciente de cada espacio cultiva la autonomía y el poder de decisión mediante una metodología activa. Las nuevas pedagogías abogan hacia una toma de decisiones desde edades tempranas con la elección del rincón donde quiere trabajar (lectura, matemáticas, plástica, etc.) para conseguir que la persona este entrenada para decisiones más importantes en la futura época adulta de su vida.

La arquitectura de la biología del hábitat debe ser una herramienta más en el desarrollo de las nuevas generaciones porque como dice el arquitecto “el espacio condiciona más de lo que creemos. Es uno de los pilares de nuestro desarrollo personal y nos orientan de una manera u otra”.

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